Es extraño el efecto que algunas películas producen en nosotros; algunas las ves y las olvidas, otras las revisas y se despliegan y se muestran cada vez más fascinantes, y en cada nuevo visionado se van revelando con momentos nuevos y diferentes. Val Lewton es el productor de “La séptima victima” y Mark Robson la dirigió contra viento y marea; a Lewton se le ofreció la oportunidad de tener un presupuesto importante a cambio de que olvidara su empecinamiento de que la rodara el desconocido Robson, sin embargo Lewton renunció a ese presupuesto y se conformó con el pequeñísimo reservado a las series B, pero conservó a Robson, que ya había trabajado con él y con Tourneur como montador (I walked with a zombie, Cat People y The Leopard Man). Esta sería la ópera prima de Mark Robson, que no recuerdo que luego hiciera nada tan brillante como esta “La séptima victima”, y que en mi opinión está a años luz de cualquier cosa que rodara luego, probablemente influencia de su colaboración con el imaginativo Lewton. Y desde luego viendo esta película, podría parecer perfectamente una película de Tourneur, pero no, lo que lleva es la marca de Val Lewton en la mayoría de sus escenas y me imagino que tambien lleva implicito todo lo que Robson aprendió montando las escenas de las películas de Tourneur.
Mary Gibson (Kim Hunter) se ve obligada a dejar el carisimo colegio católico donde estudia, porque su sofisticada hermana Jacqueline (Jean Brooks), que se ha hecho rica fabricando perfumes, deja de pagar las facturas. La directora del internado le informa a Mary que tiene dos opciones: o dejarlos, o ganarse la estancia trabajando; Mary preocupada por el silencio que ya dura seis meses de su hermana, se decide a abandonar la seguridad de lo que le rodea para adentrarse en un mundo desconocido hasta ahora para ella, Nueva York. Desde el mismo momento en que llega a la gran manzana, se pone a la búsqueda obsesivamente de su hermana Jacqueline, y durante esta primera media hora “La séptima victima” es una especie de historia de detectives: Mary busca, investiga, conoce personajes, y todo lo que vemos lo vamos conociendo gracias al punto de vista de ella. La inocente Mary, que hasta ahora había vivido en una especie de mundo privado y seguro, de repente se ve inmersa en un mundo desconocido y oscuro, donde se le van revelando detalles turbadores. El suyo es un viaje iniciático hasta cierta forma.
Justo a la media hora aparece Jacqueline y digo aparece, porque vuelve a desaparecer casi inmediatamente. La suya ha sido una aparición fantasmagórica, silenciosa y casi parece un zombie. Desde el mismo momento en que que la sofisticada e interesante Jacqueline hace su aparición, ya el tono de la película cambia. Ya no vemos solo el punto de vista de Mary, ahora ya podemos ver a otros personajes acaparar de alguna forma la atención, personajes todos con miles de aristas y recovecos, ninguno de ellos tiene ni una sola aparición gratuita. Poco a poco Mary también empieza a descubrir cosas sobre su hermana, no es la Jacqueline que ella ha conocido, le cuentan que tiene tendencias suicidas, que se ha casado en secreto, que no es feliz, y que forma parte de una extraña sociedad secreta, una especie de secta demoníaca, “Los Paladistas”
“La séptima victima” como buena película de serie B sólo dura 70 y poquísimos minutos, pero desde la primerísima hasta la ultima escena, no dejan de pasar cosas, no dejamos de conocer a personajes atormentados, todos van a la búsqueda de algo, tan fascinantes que cualquiera de ellos podria ser el protagonista de otra pelicula. Extrañamente, los personajes que rodean a Mary parecen luchar todos contra sus demonios interiores, sus infelicidades latentes, y cuando conocemos a los miembros de la secta, aparentemente son personas de lo mas estables y agradables, demasiado agradables. Esos detalles de película de terror aparecen luego en las películas de Polanski y de Hitchock, el terror de lo cotidiano...
La densidad del guión es otro punto que tendría que destacar, un guión que muchos han tachado de irregular y lleno de agujeros que no llevan a ninguna parte, pero no le veo defectos, sinceramente, es una película plagada de detalles que me fascinan:
- las referencias literarias (las Bronte, la novela gótica, John Donne y sus sonetos, y sigue),
- el argumento detectivesco se construye sobre una suerte de puzzle que podemos ir desentrañando como una película de misterio maravillosa (los paladistas, el significado del numero 7 que aparece por todas partes),
- la dualidad entre las dos hermanas (una que empieza a recorrer un viaje iniciático, la otra que está en pleno viaje terminal),
- más dualidades: continuamente hay personajes que son el opuesto del otro, como la noche y el día, el querer seguir viviendo y el querer morirse..
Y luego están las famosas escenas marca de la casa “Lewton” que son igual de arrebatadoras que el guión: la huida nocturna de Mary acosada por alguien desconocido durante ese viaje en metro, o esa persecucion nocturna de Jacqueline escapando de un asesino paladista que es una pesadilla hecha realidad. Y mi escena favorita, aquella en que la secta durante toda una tarde intenta que Jacqueline acabe con su vida, toda una tarde esperando pacientemente a que Jacqueline se tome una copa envenenada y mientras tanto la iluminación de Nicholas Musuraca va metamorfoseándose al ritmo del tempo de la tarde. Al final, acaba siendo una escena oscura, por que ya es de noche y solo los rostros se ven turbadoramente iluminados.
No le encuentro defectos a esta película, me fascinan no sólo sus personajes, sino la inventiva visual que despliegan entre todos y el subtexto de algunos temas que plantea; la iluminación y la densa atmósfera fantasmagórica es durante toda la película una metáfora del estado mental y emocional de sus personajes. Una pelicula con uno de los finales más arriesgados y desoladores que he podido ver en una película, y todo sólo y simplemente gracias a un penetrante sonido, así, sin más.