El mismo año que Frantisek Vlacil realizó “El valle de las abejas”, habia terminado a su vez la película que con el tiempo seria elegida la mejor película checa de todos los tiempos, “Marketa Lazarova”, una película que le costó a Vlacil cinco años poder llevar a término. “El valle de las abejas” se inició con la idea de poder usar la infraestructura de "Marketa Lazarova", sus decorados, vestuario, actores y resto del equipo, ya que tambien iba a a estar ambientada en la Edad Media, con lo cual tanto Vlacil como su guionista Vladimir Körner se pusieron manos a la obra y en un tiempo relativamente corto pudieron escribirla y rodarla, incluso antes de que que “Marketa Lazarova” completara el periodo su postproduccion.
Lo que me resulta sorprendente y al mismo tiempo fascinante de estas dos joyas de Vlacil es lo diferentes que resultan en puesta en escena: ambas peliculas aunque comparten la época en la que están ubicadas, en plena Edad Media, son totalmente diferentes a hora de abordar sus respectivas historias. Donde en “Marketa Lazarova todo parece más libre, más visceral, la narracion no es nada convencional y los usos del flashback pueden incluso llegar a ser algo caoticos, en “El valle de las abejas” es justo lo contrario.
Es inevitable que para hablar de esta película que me ocupa, empezara hablando de “Marketa Lazarova” porque como apunté mas arriba, ambas fueron rodadas el mismo año y porque aunque están muy cerca, están también formalmente muy lejos la una de la otra, lo que a mi entender acentúa la maestría de Vlacil. En “El valle de las abejas” todo es pura contención, su narración es totalmente lineal a pesar de algún flashback, y la camara tan radical de Marketa Lazarova, ahora se ha convertido en algo totalmente ortodoxo aqui .
Tan atractiva como su puesta en escena es la historia que nos narra Vlacil en “El valle de las abejas”. En pleno siglo XIII, Ondrej de Vlokov es ingresado por su padre en la orden de los caballeros de la cruz. Ondrej rechaza a la esposa adolescente de su padre en plena boda y su padre como castigo le hiere casi a muerte. Temiendo por la vida de su hijo, hace una promesa de sacrificarle a la Orden los cruzados si consigue salvarse. Este comienzo muy luminoso a pesar de la tragedia, se torna en algo oscuro y cerrado cuando Vlacil sitúa a su protagonista en el castillo donde se le ha destinado a vivir entregado a Dios, renunciando a todo porque solo a través del sacrificio puede llegar a Dios. La única vía de escape que parece encontrar Ondrej es la amistad con su amigo Armin von Heiden, un lazo que se irá estrechando con los años hasta que Ondrej decide huir y regresar a su tierra.
Donde realmente radica la fuerza de esta película tan atractiva de Frantisek Vlacil es en sus dos personajes protagonista. Ondrej se ha visto obligado a vivir dedicado a Dios debido al sentimiento de culpa de su padre, Armin parece haberlo elegido libremente y cuando su amigo huye, convierte su búsqueda en la razón de su vida. Armin se niega a la vida mientras Ondrej quiere volver a ella lo que podemos interpretar como la luz frente a la oscuridad de los tiempos de la Edad Media, o la lucha eterna de la fe frente a la duda; un cierto humanismo enfrentado a al dogma más cerrado. Ambos personajes son igual de complejos, igual de complementarios y porque no, ambos son igual de intolerantes cuando llegan al limite. Vlacil examina y revela el eterno conflicto entre dogma y humanismo, situándolo en plena Edad Media pero podría situarse en cualquier otra época, porque seguiría estando igual de presente y revelador; para ello Vlacil se sirve de un simbolismo recurrente y siempre relacionado con la naturaleza que va ayudando al espectador a situarse entre estos dos personajes fascinantes: el sonido de la tierra que tanto atrae a Ondrej (como el recuerdo de sus abejas) repele a Armin.
“He seguido estando sediento desde que volvi de Tierra Santa. Es como si estuviera en llamas”
Momento revelador es este en el que Armin bebe insaciable de un manantial y en cierta forma se confiesa y se desnuda frente a su amigo en un tono de inevitabilidad que resume a la perfeccion el tono de esta obra maestra de Frantisek Vlacil y una de mis peliculas favoritas de siempre.